A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión. En realidad, es lo que perseguimos inconscientemente en nuestro trabajo cada día, pero no siempre se reunen las condiciones apropiadas. Pero, sin que nosotros lo esperemos, de repente el momento está ahí. Todo esta en silencio, no nos sentimos cansados ni doloridos, tenemos clara la tarea a realizar y cómo llevarla a cabo, las ideas surgen de nuestra cabeza sin ni siquiera pensarlo…
Ese día perfecto, ese momento de bienestar absoluto, productividad máxima y energía infinita es lo que yo vengo a llamar una epifanía productiva.
No la persigáis porque no se encuentra fácilmente. Podéis aplicar diariamente técnicas que mejoren vuestra concentración, que os hagan aprovechar mejor los recursos, rutinas que fomenten nuestro bienestar, pero solo conseguiremos ser productivos o muy productivos, pero momentos extraordinarios como este no se dan a menudo.
Por una vez, voy a pediros que desoigáis mis consejos. Si os topáis con un momento de este tipo, no hagáis caso de pomodoros, no miréis el reloj, no atendáis interrupciones de ningún tipo. Simplemente, volcaros completamente en lo que estáis haciendo hasta que se pase el momento. El cuerpo os está pidiendo trabajar duro y sin descanso. Hagamos lo que deberíamos hacer siempre y escuchémosle.
Después de un día así, lo habitual es encontrarse agotado, concentrado y satisfecho. Son mis días preferidos. Los días en los que de verdad adoro mi trabajo. Son tan escasos y valiosos que deberíamos aprovecharlos al máximo.
Deja un comentario ¡Tu opinión me interesa!