Automatiza o muere

Automatiza o muere

He entrado en una vorágine de automatización. Bendita vorágine.

Aquí me encuentro, un sábado mirando que software de facturación seleccionar para ser más productivo, programando llamadas a diferentes APIS en mi spreadsheet, midiendo todo lo medible para que en mi empresa no emprendamos tareas por feeling, ganas o porque lo hacen los demás, sino porque sabemos que output recibimos con determinado input.

Hace unos años emprendí un camino extraño y complejo muy alejado de mi zona de confort. Abandonar la mentalidad de programador, donde una máquina era la prioridad a la hora de hacer tareas frente a una persona, donde la eficiencia estaba por encima de los sentimientos, donde toda las decisiones se toman desde un punto de vista racional y basado en datos, para adentrarme en el territorio de la humanidad, donde se habla mucho con tu equipo, la motivación y la felicidad prima por encima de todo, donde la prioridad es un liderazgo inspirador que hace crecer al empleado.

He llegado al final de este camino. Me alegro muchísimo de haberlo recorrido, he aprendido cosas valiosísimas. Ahora recorro el camino de vuelta a mi tendencia natural de inteligencia + trabajo + eficiencia = éxito pero con la lección aprendida de que no todo el mundo es como yo, pero con la convicción de que es el camino correcto.

Por un lado me siento un poco apenado. En ocasiones durante este camino fuera de mi zona de confort he confiado en exceso en la naturaleza humana, y me ha decepcionado más veces de las que me ha sorprendido. Los seres humanos (yo soy humano) somos acomodaticios, con cierta tendencia a no pensar en lo que hacemos y con inclinación a hacer lo menos posible en el trabajo, que viene a ser lo que nos mandan.

Esto suena muy duro y nadie es consciente de ser así realmente, porque nos engañamos a nosotros mismos en tareas de escaso valor como contestar correos continuamente, reuniones que no llevan a ninguna parte, empleando mucho esfuerzo en hacer tareas que podrían ser más eficientes… sabes cuanta gente hace aún facturas a mano? Por eso estoy mirando un software de facturación.

Este camino me ha permitido recoger mucho feedback de empleados, tanto formalmente como en reuniones más informales. Prácticamente el 100% de los trabajadores nos consideramos imprescindibles, que nuestro trabajo es fundamental para el funcionamiento de la empresa y nos puntuamos con una nota entre el 7 y el 9 a la hora de valorar nuestro trabajo.

¿Sabéis cual es la realidad? Que más veces de las que me gustaría alguien ha abandonado mi equipo y hemos sido capaces de cubrir sus tareas con tecnología y repartiendo algunas cosas entre los demás miembros del equipo. Que después de crear un nuevo puesto, ver como trabajaba alguien en el durante varios meses y reflexionar sobre cómo hacer su trabajo, he llegado a un punto en el que deseaba que se diera cuenta de que los mecanismos automáticos que habíamos ido implementando habían que ya no fuera necesario, y así que el decidiera si quería crecer o marcharse.

El tiempo en el que una persona se asentaba en un puesto de trabajo, pasaba 10 años haciendo lo mismo una y otra vez y disfrutaba de una vida cómoda está quedando atrás, por la sencilla razón de que si haces lo mismo una y otra vez una máquina lo va a hacer mejor que tu.

El tiempo el rol fundamental de alguien en una empresa consistía en asistir a reuniones, hablar y no actuar está quedando atrás, porque el mundo es cada vez más competitivo y no ganan los que hablan, sino los que actúan con inteligencia.

Ese mundo ineficiente no ha muerto por supuesto. Ni morirá totalmente. Todavía quedan artesanos que hacen alpargatas a mano. Pero ya no hay burgueses que se hagan ricos con talleres de fabricación, porque los gremios es un modelo de trabajo que empezó a dejar de estar vigente en el siglo XV con el nacimiento del trabajo especializado y el concepto de plusvalía y dio los últimos estertores con el fordismo a principios del siglo XIX.

Del mismo modo, veremos durante años (siglos) empresas donde la gente va a la oficina cuatro días por semana, se juntan todos a la vez a diario, cada decisión se discute en una reunión y es más importante ESTAR trabajando que el resultado. Aunque la era que nos aguarda es la era del trabajo asíncrono, deslocalizado y orientado a objetivos.

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