Esta es una de las máximas que enarbolaba el CEO de una empresa en la que trabajé hace unos años, y creo que es una frase cargada de sentido.
El proceso de selección de personal debe ser lento y cuidadoso. La contratación no depende solamente del perfil que busquemos o del salario que podamos ofrecer. También depende mucho de las ventanas de oportunidad que van abriéndose y cerrándose en las personas que pueden ser perfectas para el puesto.
La situación laboral del candidato perfecto para el puesto puede ser confortable durante meses antes de pasar activamente a la búsqueda de empleo. Si abrimos y cerramos rápidamente la puerta de las contrataciones, supongamos unas semanas, las ventanas de oportunidad la gran mayoría de los candidatos perfectos para el puesto nunca coincidirán con el periodo de contratación de nuestra empresa.
Es algo así como salir a pescar. Si tiras la caña y la recoges pasados unos minutos, lo más probable es que nunca pesques un pez del que sentirse orgulloso.
Por otra parte, no hay que tener miedo a reconocer que nos hemos equivocado. Por muy cuidadoso que sea el proceso de selección de personal, no deja de ser una situación hasta cierto punto artificial. Es en el día a día donde comprobaremos si hemos dado con el profesional que buscábamos.
Si resulta que hemos contratado a una persona que no es apropiada para el puesto por las razones que sea y consideramos que son carencias que no pueden ser solventadas o que no podemos asumir el coste de corregir, lo mejor es ser francos. Es una relación laboral que terminará por fallar por alguna parte. Lo mejor es afrontar el problema de forma rápida y efectiva, siendo francos con la persona que hemos contratado y con nosotros mismos. En la gestión de equipos, la capacidad para tomar las decisiones apropiadas en los momentos adecuados es una virtud que es importante entrenar.
Hay que decir que el CEO del que aprendí esta lección me contrató como parte de un equipo que nunca llegó a cuajar, por lo que en el plazo de año y medio todos fuimos reemplazados. A sí que hablo desde la experiencia propia.
Fue mejor abrirme la puerta para encontrar una nueva oportunidad que languidecer en un equipo que nunca habría llegado a funcionar correctamente. Y supongo que para su empresa fue mejor reemplazarme por alguien con una personalidad que armonizara mejor con el resto de compañeros.
Si tenéis la responsabilidad de gestionar el personal de vuestro equipo, creo que es un consejo que deberíais tener muy presente.
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