El Efecto Pigmalión es una interesante consecuencia psicológica de nuestra naturaleza como animales sociales que puede mejorar espectacularmente el desarrollo de un individuo en los campos laboral o académico.
Este principio se enuncia más o menos de la siguiente manera:
Las expectativas que generamos sobre alguien afectan directamente a sus resultados.
El nombre proviene de un antiguo mito griego en el que un escultor daba forma a una imagen de una mujer tan perfecta que se enamoraba de ella. Al ver al desgraciado artista, Afrodita se piada de el y da vida a su estatua.
Los seres humanos tendemos a satisfacer las expectativas que se crean sobre nosotros y nos sentimos decepcionados cuando no conseguimos hacerlo. Mediante el efecto Pigmalión, podemos conseguir que alguien alcance su máximo potencial simplemente marcándole unas metas muy altas o repitiendo constantemente lo bueno que es haciendo algo.
Del mismo modo, si creamos expectativas muy bajas sobre el rendimiento de alguien, probablemente su trabajo será de baja calidad, tal y como habíamos previsto.
Como puede deducirse, es un arma de motivación muy poderosa y sencilla de utilizar. No es más que un caso particular de la vieja regla que dice que si se cree en alguien es probable que llegue lejos.
Al volcar nuestra atención sobre alguien, conseguimos poner en marcha algunos mecanismos psicológicos conocidos como el Principio de Hawthorne o el Efecto de la Profecía Autocumplida que explican el por qué de la efectividad de este método.
Por supuesto, las expectativas que creemos deben ser realistas y alcanzables en un plazo razonable de tiempo para que no se produzca el efecto contrario y hagamos caer a otra persona en la desmotivación y el hastío, pero este es un tema que trataremos en otro post.
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