La navaja de Ockham es un principio muy popular enunciado por Guillermo de Ockham en el siglo XIII que utilizan muchos científicos como guía para seguir una u otra determinada línea de investigación.
La explicación más sencilla suele ser la explicación correcta
Es un principio que enamora por su sencillez y que encaja perfectamente con otros principios muy arraigados en los círculos de gente altamente productiva como el Principio de Pareto o el minimalismo.
En cierto sentido, parece un razonamiento de cajón, pero no está mal que nos recuerden de vez en cuando las ventajas de no complicarse la vida. No se trata de una ley que nos de la solución a ningún problema desde luego, pero no olvidemos que detrás de este principio opera la estadística pura y dura.
Observado desde un punto de vista del esfuerzo, la aplicación de la Navaja de Ockham a cualquier vía que debamos emprender resulta obvia. Supongamos que debemos decidir entre una línea de trabajo u otra para realizar un proyecto.
Uno de los caminos parece el más lógico a priori y también el más fácil de recorrer. Quizás aplicando un 20% de esfuerzo consigamos realizar el 80% de la tarea, lo que puede ser suficiente para alcanzar nuestros propósitos.
El otro camino parece que pudiera conducir también al mismo objetivo, pero resulta más tortuoso y la forma de trabajar y los resultados inmediatos no parecen claros a priori. Quizás aplicando un 80% de esfuerzo seamos capaces solo de realizar el 20% de la tarea.
Y es que la clave para ser productivos en la realización de una tarea concreta es no complicarnos la vida. Si hay una forma simple y efectiva de alcanzar tu fin, utilízala. No será el mejor camino en todos los casos, pero será el mejor camino en la mayoría de ellos. En el peor de los supuestos, habremos explorado y descartado la vía más evidente.
No te compliques la vida innecesariamente. El camino más fácil suele ser el mejor camino.
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