Me sorprende encontrar todavía directores o coordinadores obsesionados con el control, con los reportes, con estar en copia de todos los correos. Es un perfil de persona que seguro que muchos de vosotros habéis sufrido en algún momento.
Ese jefe que se asoma a la pantalla de tu ordenador para comprobar que estas trabajando, que necesita informes detallados de a qué has dedicado cada hora de tu jornada, ese obseso del control está condenado a desaparecer.
Y lo digo porque, en la cultura que poco a poco se va imponiendo del trabajo del conocimiento, los trabajadores suelen ser gente muy profesional. En casi todos los casos, son gente que aman hacer bien su trabajo ya sea por amor propio, porque les encanta hacerlo o por pura necesidad.
En los trabajos basados en conocimiento además, existen una serie de tareas muy complicadas de reportar y difícilmente entendibles para un maniático del control. Si eres un consultor, probablemente dediques gran parte del día a pensar, a organizarte o a aprender.
Nunca se debe subestimar la importancia de permitir que los compañeros charlen entre ellos en el trabajo sin tapujos ni plazos establecidos y, sobre todo, el brutal impacto positivo que tienen los periodos de descanso sobre nuestra productividad. Si habéis leído algo acerca de la técnica Pomodoro o sobre las curvas de productividad diaria sabréis de lo que hablo.
Detrás de la obsesión por el control se esconde una profunda desconfianza hacia la gente que se filtra en el clima organizacional y acaba por arruinar la sana convivencia en la empresa. Prohibir hacer cosas o coartar a la gente solo conduce hacia el resentimiento y la amargura.
Además, ya somos mayorcitos para que alguien nos diga lo que tenemos que hacer y cómo lo debemos hacer. Yo soy el dueño de mis tareas, de mi trabajo y mis resultados. No necesito que nadie cronometre el tiempo que paso llamando a mi madre por teléfono. No tolero que alguien me llame la atención por responder un correo personal si yo considero que era un buen momento para hacerlo.
Señores maniáticos del control, los trabajadores somos adultos responsables que no necesitamos que nos vigilen. Si consideran que alguien no es merecedor de su confianza, lo mejor que pueden hacer es depedirle..
Me ha encantado este articulíto, la verdad que en algunos sectores es muy complicado explicar el uso del tiempo, y lo mismo puedes llevarte 3 horas sin parar haciendo data mining, o quedarte media hora a lo tonto mirango el facebook mientras rumias en la cabeza como narices poner en palabras lo que has encontrado en esas otras horas. Por lo menos en la consultoría estratégica como estoy yo.
Menos mal que los jefes lo comprenden y son uno más en las conversaciones a voz alzada de la oficina.
Un saludo.
Muchas gracias Usagi :)
Es verdad que en trabajos cuya carga fundamental de trabajo es «pensar» es incluso más difícil calibrar cuando un trabajador está efectivamente trabajando o cuando no, por lo que no único que queda es confiar en la profesionalidad y medir los resultados cuando lleguen.
Y este tipo de trabajos serán cada vez más frecuentes en el futuro, por lo que se hace imprescindible un cambio de mentalidad en la forma de entender las empresas.