Cada vez veo más culto al «éxito». En cualquier lugar al que mire encuentro libros sobre cómo tener «éxito», cómo hacer que tu negocio tenga «éxito», los secretos mejor guardados del «éxito».
La pregunta que yo me hago no es cómo alcanzar el «éxito», sino que es el éxito en sí.
Si no lo pensamos mucho, seguramente nos venga a la cabeza un tipo que está tomándose una piña colada tumbado en una playa mientras está ganando millones de euros sin hacer nada, o a alguien trabajando con una sonrisa de oreja a oreja porque está dedicando su vida a hacer algo que le hace sentirse plenamente realizado como persona y como profesional.
Pero si piensas un poco más, a mi me asaltan las dudas siempre. ¿Qué es lo que realmente quiero? Parece una pregunta absurda pero no lo es tanto. De hecho, es la pregunta más importante que puedes hacerte. Antes de pensar cómo llegar a un sitio, lo más importante es saber si realmente quieres ir a ese lugar. El concepto de «éxito» es algo muy personal. No vale hacerse trampas al solitario. ¿Nunca has peleado muy duro por conseguir algo y te has dado cuenta de que en realidad no lo querías tanto? A mi me ha pasado demasiadas veces como para no tenerlo en cuenta.
Supongamos que consigo tener claro cual es mi concepto de éxito y tengo más o menos las herramientas para alcanzar mis objetivos. La siguiente duda que me asalta es si estoy dispuesto a pagar el precio que supone tener éxito. Porque no nos engañemos, siempre que elegimos una opción tienes que renunciar a muchas otras cosas que puede que eches en falta. Por poner un ejemplo, a mi hace años me ofrecieron un gran empleo en una empresa de desarrollo en Berlin. Aceptar el puesto significaba renunciar a la que entonces era mi novia, a mi familia y a mis amigos para perseguir triunfos profesionales. Decidí que el precio en ese momento era demasiado alto para mi.
Pero bueno, supongamos que tengo la suerte de tenerlo todo siempre claro. Tengo definido mi concepto de éxito, se cómo lograr mi objetivo y el precio me parece adecuado. Empiezo a recorrer el camino, que normalmente es largo y no sin dificultades. Me voy a poner un poco metafísico. Ese transitar por la vida es básicamente lo que nos hace evolucionar a las personas. Recorriendo mi «sendero del éxito» he dejado de ser la persona que era para convertirme en una persona nueva. Es posible que mis prioridades hayan cambiado, y yo todavía no lo sepa. Es decir, parece importante replantearse el concepto de «éxito» en cada momento.
Y dicho esto, ocurre que en realidad alcanzar o no el «éxito» no deja de ser una excusa para tener una sensación de vivir una vida con orden y concierto en post de un objetivo que nosotros mismos nos hemos marcado libremente. Pensado fríamente, no tiene sentido pasarse la vida peleando por alcanzar la vida que quieres tener cuando es muy posible que debiera dedicar más tiempo a disfrutar de la vida que ya tengo.
Eso no significa que no tenga mis sueños y que no pelee por ellos. Lo que significa es que, para mí, el camino es más importante que el destino. Disfrutar del camino es donde radica para mi el «éxito».
Esto que dices es una gran verdad y a veces dejamos de disfrutar el presente pensando en el futuro que aún no ha llegado o en el pasado que ya no podemos cambiar, estar presentes en el ahora ea algo fundamental y muy difícil en estos tiempos con tantas distracciones.