Llevo varios años midiendo el tiempo que dedico a realizar cada grupo de tareas y los datos que obtengo son de los más esclarecedores.
Uno de los más curiosos es que solo paso la mitad del tiempo que paso trabajando haciendo realmente el trabajo por el que se supone que me pagan. La otra mitad del tiempo lo invierto en tareas complementarias como contestar correos o llamadas telefónicas, en reuniones, coordinando mi propio trabajo..
Es decir, el tiempo que mi empresa puede convertir en dinero es exactamente un 50% de las horas que estoy trabajando, y eso teniendo en cuenta que soy una persona altamente productiva.
He intentado muchos sistemas de balanceo de reuniones, time boxing para las tareas administrativas… a lo largo de dos años esta estadística no ha cambiado demasiado por lo que hay que asumirla como consecuencia implícita del propio trabajo.
Esto explica por qué fracasé en mi primer intento de hacerme autónomo. Intentaba competir reduciendo mi precio hora para ser muy competitivo. Ajustaba el precio a las horas que trabajaba al día y de ahí obtenía una cifra. Pocos meses los ingresos mensuales eran suficientes, y no por falta de trabajo porque pasaba un montón de horas delante de ordenador.
El problema era precisamente que solamente la mitad de todo ese tiempo estaba desempeñando el trabajo por el que cobraba. Es decir, mi precio hora era la mitad del que debía ser en realidad.
Llevado al mundo de la empresa, mis estimaciones de tiempo de entrega de proyectos han mejorado mucho conociendo la naturaleza interna del trabajo. Sí sé que los tiempos de desarrollo de un proyecto serán de 80 horas por ejemplo, se que en ningún caso se va a entregar en 2 semanas, sino que se entregará en cuatro semanas porque el tiempo efectivo de trabajo es solamente la mitad de la jornada laboral.
La mejora de la productividad el realidad no debería estar orientada a cambiar a qué grupo de tareas dedicamos nuestro tiempo a lo largo del día, sino a hacer que este tiempo sea lo más eficaz posible.
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