Es un hecho que cuando las personas tienen miedo a fracasar, fracasan.
Esto es lo que le ocurrió al famoso equilibrista Karl Walenda. El señor Walenda era un afamadísimo funanbulista de su época. Realizaba espectaculares trucos en los que ponía su vida en riesgo y siempre los superaba. Hasta que un buen día, que decidió asumir el reto de cruzar entre dos edificios de Puerto Rico.
El reto preocupaba mucho a Walenda. Al parecer, se anunciaban fuertes rachas de viento ese día, lo que dificultaba muchísimo el ejercicio. El artista se precipitó al vacío desde gran altura y murió en el acto. Su mujer declaró que llevaba días que Karl no dejaba de pensar en que iba a caerse, como finalmente ocurrió.
El vídeo de este acontecimiento es verdaderamente escalofriante:
Este trágico accidente ha quedado inmortalizado como paradigma de la persona que comete un gran error por miedo a cometer errores. Cuando las personas no tienen miedo a fallar, stienden a sobreponerse fácilmente a los problemas y las dificultades, tanto que incluso les pasan inadvertidas. Pero cuando estamos pendientes de algo que nos pueda ocurrir, siempre ocurrirá. Es un efecto negativo de la profecía autocumplida o del efecto pigmalión.
Es por esto que decimos que, siempre que el fracaso no tenga consecuencias catastróficas, debemos ser capaces de afrontarlo con positivismo, extraer el lado bueno y aprender de la experiencia.
Muchos emprendedores visionarios han sido capaces de llevar a término su idea ignorando el «peligro». Es precisamente este peligro el que paraliza a muchas personas brillantes y evita que tengan éxito cumpliendo sus sueños. Ponemos excusas, nos escudamos en razones lógicas, caemos en la inacción por análisis… todo para ocultar el hecho de que hemos fracasado antes de empezar.
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