Hacer que grupo de personas saque un proyecto adelante es importante, pero hacer que un grupo de personas sea un equipo es muchísimo más importante. Las personas pueden hacer cosas extraordinarias y dar lo mejor de sí mismas cuando están motivadas.
Un jefe que tuve hace años me decía que la base de la motivación está en la gratitud mutua. Un equipo está cohesionado cuando sus integrantes se sienten agradecidos por pertenecer a él y el equipo en conjunto se siente agradecido de contar con cada uno de sus integrantes.
Siempre he tenido este pensamiento en la cabeza cuando he intentado reforzar los lazos de los equipos. Esto junto a tratar a la gente con justicia son probablemente las dos cosas más importantes a la hora de gestionar el capital humano.
Y creo que siempre se da un momento crítico en cualquier relación laboral cuando estos lazos se ponen a prueba y que determina si alguien va a estar motivado de ahora en adelante o no. Un momento puntual que determina si un manager se gana a un miembro de su equipo para siempre o lo pierde para siempre. He podido verlo en muchas ocasiones, pero es más evidente visto desde fuera.
Son esas situaciones en las que el jefe de equipo tiene que decidir anteponer los intereses de uno de los miembros del equipo por causas justificadas a los intereses de su propio proyecto. Son esas situaciones en las que la madre de alguien enferma y decides darle el tiempo que necesite para cuidarla, aunque legalmente la empresa podría oponerse. Es ese momento cuando alguien ha agotado sus días de vacaciones pero necesita coger un puente para hacer un viaje que le había prometido a sus hijos…
Son estos difusos y extraños momentos en los que la vida laboral aparta a alguien de lo que su corazón le dicta que debería hacer. Son momentos en los que las emociones son muy fuertes, en los que un manager puede avivar o apagar ese citado sentimiento de gratitud para siempre.
Pensemos también que los favores y la confianza es algo que funciona en los dos sentidos. Puede que el proyecto se retrase. Puede que surjan imprevistos y que se necesite un esfuerzo extra. Para que alguien esté dispuesto a hacer un esfuerzo extra debe confiar en que realmente es necesario. Y siempre es más ganarse la confianza de una persona en quien se ha confiado previamente.
Por supuesto, en ningún caso debemos decir cosas como “¿recuerdas esos días de vacaciones que te tomaste para ir a ver a tu madre? Pues ahora debes trabajar este sábado en compensación”. Es algo que debe nacer en el miembro del equipo de forma natural, de su propia motivación y compromiso. Alguien que es obligado a trabajar sin estar motivado solo es un estorbo.
Los equipos los formamos personas y las personas respondemos a emociones. Puede que los miembros de un grupo no se conviertan en los mejores amigos y sean como hermanos, pero si todos son tratados con respeto mutuo, confianza y son apoyados cuando realmente lo necesitan se convertirán en un equipo fuerte capaz de alcanzar metas juntos.
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